“Toda la Escritura es inspirada por Dios,
y útil para enseñar, para redargüir,
para corregir, para instruir en justicia,
/
a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto,
enteramente preparado para toda buena
obra”
2 Timoteo 3:16,17
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os cristianos tenemos unas Escrituras, nuestros libros sagrados, el antiguo y el Nuevo Testamento, que conforman la Biblia. En realidad, la Biblia es una reunión de 66 libros escritos a través de varios siglos por diversos escritores, pero uno solo es el autor: Dios. Tenemos un libro inspirado por Dios que es nuestro libro de texto. Así como los estudiantes se apoyan en un libro de lecturas entregado por el maestro, nosotros los cristianos, los discípulos de Jesús, tenemos la Biblia que es nuestro “Texto de vida”.
Dice el Apóstol Pedro: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el Lucero de la mañana salga en vuestros corazones; / entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la escritura es de interpretación privada, / porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2 Pedro 1:19-21)
Esta Escritura inspirada por Dios es una Palabra profética muy segura, de la cual nosotros nos tomamos para vivir como personas creyentes en Dios. Se dice que somos la religión del libro porque tenemos un Libro que nos guía y estamos atentos a este Libro que, como una antorcha, ilumina nuestro caminar, nos muestra la verdad y la voluntad de Dios, cómo quiere Él que vivamos. Pedro anhela que alumbre Cristo en los corazones de los cristianos, que puedan madurar y entiendan lo que significa la Escritura, que no es de interpretación particular, sino que tiene un significado específico y es aquél que dilucida el Espíritu Santo para nuestras vidas. Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros son ministros de Dios dedicados a esa interpretación de la Escritura, pero en realidad todo cristiano puede interpretar la Palabra de Dios, si es bien guiado por el Espíritu Santo y educado con las herramientas que el Espíritu nos ha dado para la exégesis y la hermenéutica de la Palabra de Dios. Es claro que toda la Escritura es inspirada por Dios y por lo tanto contiene la Verdad. Eso es la inerrancia bíblica.
La Escritura es útil para enseñar. Por medio de ella podemos enseñar a las personas a vivir, que es lo más importante; que aprendamos como debe vivir el esposo, la esposa, el trabajador, el hijo, cómo debe vivir la mujer y el hombre, cómo debe vivir el jefe, cómo ejercer cada uno su rol en esta sociedad y en la Iglesia. Todo eso abarca la Escritura y eso es lo importante. Timoteo, como obispo de Éfeso, también debía enseñar:
“Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido” (1 Timoteo 4:6)
Timoteo, como líder, tiene que enseñar doctrina, palabras de fe; tiene que ser un buen ministro de Dios y enseñar a sus hermanos pues el ministerio de la Palabra no es sólo la predicación, la evangelización y el discipulado; es también la enseñanza.
La Escritura es útil para enseñar y también para redargüir. Esta palabra significa argumentar en contra de falsos conceptos, es una contra argumentación. Las personas tienen unos prejuicios y unas ideas preconcebidas a veces cerradas y erradas. Como cristianos podemos tener ideas equivocadas y entonces el ministro del Señor debe sacarnos de esa confusión o error argumentando adecuadamente, por supuesto con la Palabra de Dios. Eso es redargüir: argumentar en contra de conceptos falsos.
Pero también la Palabra de Dios, dice Pablo, es útil para corregir a aquel que está actuando en una forma incorrecta, que está haciendo cosas que no debiera o bien no haciendo lo que debe hacer. Entonces hay que corregirlo con la Palabra:
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12)
Usted escucha la Palabra de Dios o la lee y esa Palabra le habla, si usted tiene una conciencia sensible, una disposición de alma, una mente abierta para recibir la enseñanza del Señor. Comprenderá que algo le está hablando y quiere corregirle en sus dudas, corregirle en aquello que usted no está haciendo en forma correcta. Así que la Escritura que es inspirada por Dios, que es útil para enseñar y redargüir, también sirve para corregir al que está siguiendo un camino incorrecto.
Y también dice que es para instruir en justicia. La justicia es el equilibrio que Dios quiere que vivamos, la conducta correcta, Dios es un Dios justo que da a cada uno conforme a sus obras, lo que tiene que recibir. Si ha de corregirnos o reprendernos Dios lo va a hacer en forma correcta, justa. Si tiene que premiarnos, nos premiará. Dios es Justo y Su Palabra sirve para instruir en justicia.
En el texto clásico de nuestra fe, ese descubrimiento o redescubrimiento de Lutero en la carta a los romanos, se lee:
“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:17)
El versículo habla de dos conceptos: justicia y fe. Fe es creer y dice que el justo por la fe vivirá, podemos tener la vida eterna por medio de la fe. Dios puede justificarnos en Cristo o sea puede hacernos justos. En el Evangelio esta justicia se revela por fe. La Sagrada Escritura es útil para instruir en esa justicia:
“y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:24)
Como nacidos de nuevo debemos revestirnos o volvernos a vestir, pero ya no con esas vestiduras andrajosas y malolientes del mundo de tinieblas, sino con una vestidura limpia, santa, purificada por la sangre de Jesús. Esa vestidura es ese hombre nuevo o mujer nueva que creó Dios en usted, desde el momento en que se convirtió. Creado en la justicia de Cristo y en la santidad de Cristo, que también es la Verdad. Él ha dicho: “Yo soy el camino y la verdad y la vida”.
Por último: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento, / para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, / llenos de frutos de Justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.” (Filipenses 1:9-11)
La justificación que Dios nos ha dado debe producir un fruto. La Escritura, por estar inspirada por Dios y ser útil para enseñar y para redargüir y corregir, también nos instruye en esa justicia.
Tenemos, entonces, cinco características de la Sagrada Escritura, nuestro Texto de Vida que tiene un propósito: “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:17)
Tenemos un propósito: la perfección. Por supuesto nunca vamos a ser en esta vida perfectos porque tenemos un cuerpo que está inclinado al pecado, porque vivimos en un mundo donde hay muchas tentaciones y en algunas oportunidades podemos ser vencidos por la tentación, porque somos combatidos permanentemente por el reino de tinieblas, etc. El Espíritu Santo nos santifica paulatinamente pero cuando llegue el día de nuestra muerte, tal vez no seremos perfectos, a la imagen de Cristo, más en la resurrección seremos transformados.
Esta Sagrada Escritura es para que nos instruya y nos prepare y nos corrija y haga de nosotros personas perfectas. Perfección significa santidad: “Sed perfectos, como mi Padre que está en los cielos es perfecto”; “Sed santos, como mi Padre que está en los cielos es Santo.” Dios pide de nosotros la santidad ¿y cómo podrá lograrlo? Por medio del sacrificio de Cristo en la Cruz que ha dado su vida por nosotros y ha puesto en nosotros Su Espíritu. Ese Espíritu es el que nos santifica día a día, pero utiliza la Palabra de Dios. La Escritura y el Espíritu Santo están mancomunados, están asociados para hacer de nosotros personas nuevas.
Por último, dice nuestro texto “…enteramente preparado para toda buena obra.” Comienza el texto con la palabra toda cuando dice “Toda la escritura es inspirada por Dios…” y termina el texto también con la palabra toda: “…enteramente preparado para toda buena obra.” Así es que la totalidad de la escritura es de inspiración Divina y está hecha para que nosotros podamos ser santos, que no es la total perfección, sino que podamos ser buenos cristianos y estar preparados para realizar toda buena obra. ¡Qué el Señor nos ayude!
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Pastor Iván Tapia