domingo, mayo 23, 2010

LA CONSTRUCCIÓN DE LA FAMILIA.

LA FAMILIA CRISTIANA
IV PARTE


Lectura bíblica: Salmos 127:1

Propósitos de la charla: a) Comprender que hay un diseño Divino para la construcción de la familia; b) Ser motivados a conocer los planos de Dios para la familia; c) Asumir el rol de constructores de nuestra vida, Iglesia y familia, de acuerdo al Arquitecto que es Dios.

“Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia.” (Salmos 127:1)

Cada cristiano pertenece a una familia. Ya hemos aprendido que somos tanto de una familia natural como de una familia espiritual. Nuestros padres, abuelos, esposo o esposa, hijos y nietos forman la familia natural. Nuestros hermanos en la fe, pastores y discípulos, es decir la Iglesia, son la familia espiritual. Ambos son importantes y debemos cuidarlos. En ambas familias necesitamos desarrollarnos. Tanto la familia natural como la espiritual deben ponerse en las manos del Señor. “Si Jehová no edificare la casa” de nada vale, no tendremos éxito, fracasaremos. Oremos entregando al Padre nuestras familias espiritual y natural.

Todo lo que existe fue alguna vez creado o inventado. Mire a su alrededor y descubrirá personas, animales y cosas. En el idioma nombramos a aquellos como “sustantivos”, es decir algo que tiene sustancia, existencia. Si usted ve una lavadora de ropa, sabe que fue inventada por expertos ingenieros que conocían de mecánica y electricidad. Al mirar a su mascota tan querida, sabe que Dios la creó; hasta el agnóstico que cree en la evolución dice que salió de alguna parte, acaso otro ser vivo, pero nada se hace solo. Todo tiene una generación. Lo mismo sucede con las personas.

Todo implica una edificación. Esa edificación es un orden, es ciencia, conocimiento, inteligencia, planificación. La Palabra de Dios dice “mi embrión vieron tus ojos” expresando así que Dios ya conocía nuestra existencia, que Él planeó aún nuestro código genético. “Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.” (Salmo 139:16)

La creación, generación y desarrollo de una vida es como la construcción de un edificio, paso a paso, ladrillo a ladrillo. ¿No será del mismo modo la familia? Por cierto, y es lo que veremos en esta lección.

La edificación de la casa.
La edificación de una casa puede servirnos de modelo para la edificación de la familia. Veamos: para construir una casa necesito primero un arquitecto, es decir alguien con mucha creatividad e imaginación que diseñe un edificio amplio, claro, bello y sólido. Justamente las características que requiere una familia: amplitud de movimientos o libertad para actuar sin caer en el libertinaje; la luz de la Palabra de Dios que da claridad a las mentes; la belleza del amor en todas las relaciones y la solidez de la fe en Jesucristo. ¿Qué Arquitecto puede ofrecernos todo esto? Obviamente Dios es el Único que diseñará una familia feliz.

En segundo lugar necesito buenos constructores que sepan interpretar los planos y reunir los materiales para desarrollar la obra. Éstos son los padres y esposos que edifican el hogar conforme a la voluntad del Señor.

En tercer lugar están los materiales: ladrillos o piedras, cemento, estructuras metálicas, puertas y ventanas, techumbres. La Biblia, cuando habla de la Iglesia, se refiere a ella como un edificio espiritual hecho de piedras vivas: “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, / vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” (1 Pedro 2:4,5)

Las piedras son las personas. La familia está conformada por personas. Los buenos constructores deberán levantar el hogar con esas piedras: sus hijos. Por eso Jesucristo nombró a Cefas como Petros, o sea “Piedra”. Él sería una piedra para edificar el edificio divino. Nuestros hijos también son “Petros” con los que edificamos la Familia.

¿Cómo se unirán esas piedras vivas? Con una materia que les brindará unidad y firmeza: el amor, la fe y la esperanza. El cemento, la arena y el agua son la mezcla perfecta para unir los ladrillos. El amor y todas sus virtudes permiten la aceptación y cuidado de unos a otros; la fe da solidez espiritual y la esperanza trae conocimiento y convicción acerca de Dios. Meditemos en cómo estamos construyendo nuestro hogar, en qué estamos fallando y que material requiere nuestra mezcla.

El diseño de la casa.
“Si Jehová no edificare la casa” significa “si Dios no construye nuestra familia” Él es quien debe construir mi familia, mi iglesia, mi vida, mi persona. ¿Estás permitiendo que sea Dios quien construya tu vida o todavía eres tú tu propio arquitecto? Él tiene los planos para tu casa, no te pongas tú a hacer de arquitecto. Hay un refrán que dice “pastelero a tus pasteles”. No juegue a ser Dios. Su vida ya no le pertenece a usted sino que tiene un patrón. El Dueño de su vida ahora es Dios. Entonces no se ponga a improvisar la construcción de su vida, el edificio de su Iglesia o la edificación de su familia. Construya todo esto utilizando los planos de Dios.

¿Dónde están los planos de Dios para la edificación de la familia, de la Iglesia y de nuestra persona? En la Biblia encontramos el diseño de Dios para todo ello. ¿Conoce usted exactamente los planos de Dios para la familia? Le recomiendo que desde ahora comience a investigar en su Biblia cuáles son esos planos.

“Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. / Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1 Corintios 3:10,11) Queda claro entonces que Dios es el arquitecto, es Él el Dueño de la obra, el que dirige toda edificación. Por tanto Él edifica a la familia.

Los constructores de la casa.
Cuando no ponemos al Señor primero en nuestras acciones, cuando no le preguntamos a Él cuál es Su voluntad, cuando no le damos a Él el Señorío, cuando no le reconocemos como el Jefe en la obra que pretendemos hacer –y aquí entra también la formación de una familia- nuestro trabajo se vuelve vano, vacío, sin sentido. “En vano trabajan los que la edifican” es una advertencia a todo constructor. Cada uno es constructor de su propia vida, constructor de familia y constructor de Iglesia. No nos consideremos fuera de esta última responsabilidad porque no somos pastores, maestros o evangelistas; todos los cristianos hemos sido llamados a construir la Iglesia, porque somos sus obreros. Esto se comprueba cuando el Apóstol explica que el trabajo de los ministros de Dios es capacitar a todos los hermanos: “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12)

El propósito de la casa.
Todo trabajo tiene un objetivo o propósito. Un obrero está picando con un chuzo el asfalto de un camino; usted se acerca y le pregunta: ¿Por qué está haciendo esto usted? El obrero no le contestará: No lo sé. Él sabe perfectamente la razón de hacer ello, renovarán el pavimento. Este es su propósito. Siempre se trabaja con un propósito: el profesor hace clases para que sus alumnos aprendan, el abogado defiende a su cliente para que no vaya a la cárcel, el auxiliar barre la calle para que la ciudad esté limpia, etc. puede que alguien trabaje sólo con el propósito de ganar dinero. Aunque no es el objetivo correcto, es en sí mismo un propósito.

¿Cuál es el propósito de casarse? ¿Sólo tener permiso de Dios para tener relaciones sexuales? ¿Será para no sentirnos solos? ¿Para librarme de la autoridad de mis padres? Estos no son los propósitos correctos de alguien que se casa. Los correctos propósitos del matrimonio los ha entregado Dios, Él diseñó el matrimonio para que un hombre y una mujer sean “una sola carne” con el propósito de:
a) Amarse. Esto significa cuidarse, tener paciencia el uno con el otro, tolerarse, conocerse, acogerse, satisfacerse mutuamente.
b) Procrear. Tener hijos, si están en edad de hacerlo en lo natural. No perder de vista el tener “hijos espirituales”.
c) Formar una familia.
d) Adorar a Dios. Unidos ambos dedicar tiempo a orar, alabar, leer la Palabra de Dios y servirle en la Iglesia.

El Señor Jesucristo enseñó una parábola en la que nos advierte qué sucede cuando los seres humanos no construimos nuestra casa conforme al diseño dado por Dios:

“46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? 47 Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. 48 Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. 49 Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.” (San Lucas 6:46-49)

CONCLUSIÓN.
Nadie trabaja por nada, si soy novio o novia quiero ser feliz en mi matrimonio y formar una familia feliz. Para poder lograrlo la Biblia nos enseña que el matrimonio cristiano debe edificar la familia guiado por Dios. Como los policías y autoridades guardan la ciudad, así Adonai guarda nuestra vida. En vano vela el cristiano, si Dios no vela por él, como de nada sirven los guardias si Dios no es el Guardia. Ningún esfuerzo de los esposos tendrá fruto si no ponen su familia en manos de Él.

Hemos aprendido en esta lección que formar una familia es como la edificación de la casa, en que hay un arquitecto que la diseña, un constructor que dirige la construcción, planos que nos orientan sobre su diseño, obreros que siguen exactamente las indicaciones y materiales adecuados para edificarla. El diseño de la casa o familia lo da Dios en Su Palabra. Los constructores de la familia son los esposos cristianos y el propósito de la casa es el amor, la procreación, la formación de una familia y la adoración a Dios. ¿Está usted siguiendo el diseño de Dios para construir su vida, su iglesia y su familia?


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué conclusiones obtiene usted de la parábola de la casa construida sobre en la arena y la casa construida sobre la roca?
2) ¿Qué propósitos cree usted que Dios tiene para su familia y cuál es el rol suyo en eso?
3) ¿Qué está haciendo usted para evangelizar y edificar a su familia?


BIBLIOGRAFÍA Y LINKOGRAFÍA.
1) “La Santa Biblia”; Reina – Valera; Broadman & Colman Publishers; Tennessee; U.S.A.; 1960.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.

sábado, mayo 15, 2010

COMO VE DIOS EL MATRIMONIO.


LA FAMILIA CRISTIANA
III PARTE


Lectura bíblica: Hebreos 13:4

Propósitos de la charla: a) Comprender y valorar la naturaleza y carácter honroso del matrimonio; b) Respetar la sexualidad del matrimonio como una acción limpia creada por Dios; c) Descubrir falsos conceptos del matrimonio; d) Desenmascarar los destructores del matrimonio, su origen, juicio y fin.

Hay algunas cosas que nos “enorgullecen”, que nos hacen sentir satisfechos o contentos con nosotros mismos. Por ejemplo pertenecer a una nación, ser parte de una familia, llevar cierto apellido, estar en determinada organización, tener hijos hermosos o alguno que destaca en su profesión. Los seres humanos sentimos así y no está mal. Es lo normal, entonces decimos “soy americano y a mucha honra” ¿Quién no se ha sentido “honrado” con un cargo, una condecoración o un premio especial? Al pensar en Dios como en el Padre Creador del hombre y la mujer, el matrimonio y la familia; podemos descubrir que el matrimonio es para Él uno de esos motivos. El matrimonio es una obra que debe, sin duda, “enorgullecer” –si cabe esta palabra- a nuestro Dios. El matrimonio es una gran creación: inteligente, hermosa y con múltiples proyecciones. Ya hemos visto que el matrimonio fue pensado por Dios para la preservación y multiplicación de la raza humana. Por lo tanto es un compromiso y una unión que merece todo el respeto de nuestra parte. Nos cabe entonces una pregunta:

¿Cuál será la idea de Dios acerca del matrimonio?

Procuraremos responderla a partir del texto básico de este capítulo: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.” (Hebreos 13:4)

La honra del matrimonio.
La Palabra de Dios ordena “Honroso sea en todos el matrimonio”. Deshonrar es faltar al respeto y honrar es respetar. ¿De qué modo podemos respetar el matrimonio? 1. Considerándolo siempre como algo muy importante en nuestra vida, como una relación dada por Dios; 2. No renegando de él cuando tengamos problemas con el cónyuge sino buscando soluciones, pidiéndole al Espíritu Santo que nos ayude; 3. Teniendo siempre palabras de elogio para esa relación y evitando bromas de mal gusto con respecto a él y el cónyuge; 4. Fomentando el respeto al matrimonio en los niños, los jóvenes y otras personas casadas.

El lecho del matrimonio.
Cuando el texto habla de la vida sexual se refiere a ella como “el lecho” porque allí es donde tradicionalmente se tiene intimidad. La Palabra de Dios manda que el lecho sea “sin mancilla”. Mancilla significa mancha, deshonra. Nada debe manchar esa vida de relación tan íntima en que el uno se dona al otro y descubre su desnudez. Tener relaciones sexuales con otras personas es una deshonra para el cónyuge, para el matrimonio y para la persona que lo hace, es mancillar algo sagrado, algo instituido por Dios.

La mezcla del matrimonio.
Matrimonio se llama a la unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. La Biblia se refiere a esta palabra como una mezcla de dos elementos. Por ejemplo cuando dice: “Porque si os apartareis, y os uniereis a lo que resta de estas naciones que han quedado con vosotros, y si concertareis con ellas matrimonios, mezclándoos con ellas, y ellas con vosotros” (Josué 23:12) En el matrimonio se mezclan: a) dos sexos, b) dos personalidades distintas, c) dos pensamientos, d) dos formaciones de hogar, e) dos proyectos de vida, etc. Es conveniente que esta mezcla permanezca así para toda la vida; el apóstol Pablo defiende la indisolubilidad del matrimonio cuando enseña: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido” (1 Corintios 7:10) Esta mezcla del hombre y la mujer en el matrimonio es una unión de dos seres en uno. El matrimonio fue creado por Dios y consiste en la unión de un hombre y una mujer en “una sola carne”, con el propósito de amarse, procrear, formar una familia y adorar a Dios.

Falsos conceptos del matrimonio.
Concepto de sacramento.
¿Es el matrimonio un sacramento? El matrimonio fue creado por Dios pero no es un sacramento comparable a la Cena o al Bautismo. Es necesario aclarar que el matrimonio no es un sacramento y con esto no lo hacemos menos importante. Para comprenderlo mejor hay que aclarar el concepto de “sacramento”. El concepto católico de Sacramento dice que “es un signo sensible instituido por Cristo, que comunica la gracia.” En cambio para los protestantes o evangélicos, los sacramentos son actos sagrados que fueron instituidos por Cristo: el Bautismo y la Cena del Señor. Incluso algunos protestantes no usan la designación sacramento sino “ordenanzas”. Nosotros pensamos que Jesucristo no instituyó el matrimonio sino que sólo citó y confirmó las Sagradas Escrituras en ese aspecto.

En el concepto reformado[1] el sacramento es un signo externo por el que Dios expresa su buena voluntad a la vista de los hombres y sus debilidades. Mediante el sacramento Dios ofrece seguridad o confirmación a la fe que puede vacilar en cualquier momento. Es también un testimonio de la gracia de Dios, declarado mediante una señal externa. Jamás hay sacramento sin que le preceda la Palabra de Dios; está ajustado a ella como un apéndice ordenado para afirmarla, para confirmarla y certificarla para nosotros.

Concepto de gracia.
El concepto católico de “gracia” es que ésta es “la vida de Dios en el hombre”. En cambio el pensamiento evangélico de gracia es el de “favor inmerecido de Dios”. Para los cristianos reformados o evangélicos, la gracia “el favor inmerecido de Dios” se recibió por medio del sacrificio de Jesucristo: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (San Juan 1:17)

Por lo tanto si pensamos que un sacramento, como la Cena o el Bautismo, trae gracia por sí mismo, como si el pan, el vino o el agua nos trajeran la “vida de Dios”, estamos pensando como católicos. Pero si pienso que un sacramento es el cumplimiento de un acto sagrado ordenado por Cristo y que en él recibo la confirmación y la seguridad de Su Palabra en mi, estoy pensando como protestante. Tanto la Cena como el Bautismo nos hablan del sacrificio de Jesucristo en la cruz.

Los destructores del matrimonio.
Volviendo al texto “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”, precisamos que fornicar es tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Si un joven soltero tiene relaciones con una mujer, sea ésta casada o soltera, está pecando de fornicación. Si una persona casada se acuesta con otra soltera o casada, también peca de fornicación. Pero en este último caso se habla más bien de “adulterio”. El diccionario lo define como “ayuntamiento carnal voluntario entre persona casada y otra de distinto sexo que no sea su cónyuge.”

La Biblia es tajante sobre este asunto: el adulterio no es agradable a Dios. Aparece por primera vez en el Decálogo: “No cometerás adulterio.” (Éxodo 20:14) Es tan desagradable a la santidad del Señor que el Antiguo Testamento ordena: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos” (Levítico 20:10) Los judíos entendían esto literalmente y lo castigaban lapidando a los adúlteros. Nosotros hoy entendemos que el adulterio en sí mismo trae muerte al alma porque denigra a la persona, ensucia su imagen, ofende a Dios, le aleja de Él y acarrea culpabilidad. El Libro de los Proverbios enseña: “Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace.” (Proverbios 6:32)

En el Nuevo Pacto, Jesús nos recuerda “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.” (San Mateo 5:27) Y agrega al mandamiento: “Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.” (San Mateo 5:32) El Maestro enseña que aquella persona que no responde a la necesidad sexual de su cónyuge, o sea que se niega a tener relaciones sexuales, repudiándole, está conduciendo al otro a que adultere. Llega a tal punto la severidad del mandamiento que agrega “y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.” Esto significa que, desde el punto de vista de Dios, esa persona sigue estando casada o casado con el primero; por lo tanto su nueva relación, para Dios será un adulterio. ¿Puede alguien alcanzar tal nivel de moralidad? Evidentemente es muy difícil. ¡Por eso es necesaria la sangre de Jesucristo!

El origen de los destructores del matrimonio.
Está en el interior del hombre: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los Adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.” (San Mateo 15:19) Es una obra de la carne, es decir de la naturaleza caída y pecadora del ser humano: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia” (Gálatas 5:19) Es una transgresión de la Ley de Dios: “Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.” (Santiago 2:11)

El juicio de los destructores del matrimonio.
“Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.” (Hebreos 13:4) Dejemos que sea Dios quien juzgue a los fornicarios y adúlteros, no juzguemos nosotros porque no tenemos derecho. Ni Jesús lo hizo; frente a la mujer adúltera, le dijo “Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” (San Juan 8:11) Él no la juzgo ni condenó, sólo le aconsejó con el mandamiento. No somos los cristianos los encargados de juzgar, condenar y castigar a la gente cuando peca, sino que tan sólo de reconvenirles[2] y aconsejarles.

El fin de los destructores del matrimonio.
Son pecados sexuales o lujuria: la fornicación, el adulterio, la homosexualidad, el lesbianismo, el travestismo, el bestialismo, la pornografía y toda aberración sexual. Los cristianos no podemos practicar tales cosas. La lujuria es el uso desordenado de la sexualidad.

Dios no aprueba la fornicación ni el adulterio y que un día dejará fuera de Su Reino a todos aquellos cristianos que siguen practicándolo: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. / Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.” (Apocalipsis 22:14,15)

CONCLUSIÓN.
En esta lección hemos aprendido cuál es la idea de Dios acerca del matrimonio: para Él es de mucho valor, por tanto debe honrarse y la vida sexual desarrollarse sin mancha. El matrimonio es la mezcla de dos vidas en una unidad para formar “una sola carne”. Además aclaramos algunos falsos conceptos del matrimonio y descubrimos sus destructores, el origen de estos enemigos, a quien corresponde su juicio y el fin de ellos.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Cuál es su experiencia con los destructores del matrimonio?
2) ¿Qué enseñanza le deja a usted esta lección?

BIBLIOGRAFÍA Y LINKOGRAFÍA.
“La Santa Biblia”; Reina – Valera; Broadman & Colman Publishers; Tennessee; U.S.A.; 1960.
2. “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3. Walter Thomas Conner, “Doctrina Cristiana”; Casa Bautista de Publicaciones, USA, 1962.
4. “La Ley de Cristo”, Bernard Häring, Tomo I, Editorial Herder, Barcelona, 1964.
“Biblia de Estudio La Biblia de las Américas”; The Lockman Foundation; California; U.S.A.; 2000.
6. W.W. Rand; "Diccionario de la Santa Biblia"; Editorial Caribe; Miami, Florida, Estados Unidos.
El Protestantismo, http://mb-soft.com/believe/tscm/protesta.htm
Conceptos católicos: http://www.iesmurgi.org/religion/sacramentos.html
Sacramentos reformados: http://idanielth.wordpress.com/2009/04/25/calvino-y-los-sacramentos/

[1] Denis Crouzet, teólogo francés, ha escrito y en cierta forma definido, cuál fue la concepción de Calvino acerca de los sacramentos.
[2] Reconvenir: Censurar, reprender a alguien por lo que ha hecho o dicho.